La soledad del abuelo
Estaba sumergido aquel octogenario en una soledad quieta y muy lenta, que le hacía pensar en sus recuerdos y en aquel pasado lejano que tocaba todos los días con su memoria y no lo dejaba volver a lo reciente; en aquella casa vivían solo los momentos del pasado, sus hijos lo habían abandonado y su esposa había muerto hace algunos años, no había espacio para el presente ni el futuro, todo era un vaivén de visiones ya pasadas que el polvo no se atrevía a tocar, por miedo a dejar pasar el tiempo en aquel hogar, vacío de vida y olvidado por los años.
Un día en aquel vecindario, llegaron unos nuevos vecinos,
una pareja y dos críos, los cuales eran muy felices, aunque ya no vivieran en
su antigua casa, pero seguían juntos, como familia, eso era lo importante.
Después de un tiempo los chiquillos, quisieron ir a conocer
el nuevo vecindario y conocieron a muchos vecinos, una abuelita amante de los hámster
que hacía unos pasteles deliciosos con uno que otro ingrediente los cuales
nunca mencionaba; una casa que compartían dos amigos, los cuales se querían mucho,
tal vez demasiado, incluso para dormir juntos en la misma habitación; y un
viejito algo raro, que no salía de su casa y aun así mantenía un lindo jardín en
el cual ni las rosas se marchitaban o dormían en invierno.
Después de pasar por la casa de la abuela y comer unos
pastelitos, pasaron a visitar la casa compartida, en la cual se divirtieron
mucho jugando scrabble con sus anfitriones, a continuación, se fueron a la casa
del abuelo, apenas se asomaron, tocaron a la puerta, nadie quiso abrir, tocaron
más veces, y por fin se dieron cuenta que había un timbre, tocaron al timbre y
alguien grito:
- “que hacen aquí mocosos insolentes, váyanse, antes que les
dé una buena tunda para que respeten”
Los chicos respondieron:
- “abuelito, solo venimos a visitarte, para conocerte y
pasar una linda tarde”
A lo cual el abuelo respondió:
- “no necesito de nadie, mucho menos unos críos, necesito
paz y eso lo consigo solo”
Así que los chicos se fueron a su hogar y jugaron en el jardín
de la casa, toda la tarde.
Al otro día, fueron a visitar a la abuela, que alegre, les
regalo unas galletas rellenas, los cuales los niños disfrutaron, cuando pasaron
con sus otros nuevos amigos, no los pudieron recibir, pues dijeron que el día
estaba tan rico para descansar que irían a dormir mas temprano. Así que los
niños fueron a donde el abuelo; después de llegar a la puerta, tocaron 3 veces,
asimismo el viejo no quiso salir ni abrirles; así pasaron los días posteriores,
pero los niños nunca se daban por vencidos.
Un día, aquel abuelito se cayó por las escaleras, pidió ayuda
e incluso grito, clamó, lloró y nadie venía a su encuentro, Los niños ese día,
quisieron no molestarlo, y así estuvo el abuelo tirado en el suelo un buen rato.
cuando al otro día, los chicos vinieron a visitarlo, tocaron y nadie hablo,
solo se escuchaban quejidos algo bajos, así que pensando en que un animal como
un perrito se había quedado atrapado dentro de la casa, avisaron a sus padres,
los cuales llamaron a los bomberos, quienes abrieron la puerta y encontraron a un
anciano, sentado en un sillón, mirando al vacío y con una sonrisa vaga que hacía
creer que acababa de morir.
Aun así, los chicos se separaron de la gente y escuchaban
que algo los llamaba, cuando estaban a punto de subir las escaleras, aquel
clamor los sorprendió, era el alma del viejo que pensando que aún vivía, les pedía
ayuda para levantarse de su caída por las escaleras. Cuando los niños lo
ayudaron le dijeron la verdad y aquel anciano enfurecido los empujaba para
sacarlos de la casa, los saco.
fue a sentarse a su sillón, hace tiempo que no lo hacía, y
en el momento que entro a la sala, vio a todo el personal forense examinando el
lugar, les gritaba, los pateaba y aun así, no se inmutaban, entonces el viejo
al ver su sillón deseo descansar y quitar la bolsa negra que tenía encima su
amada posesión, pero cuando la movió, se vio a el mismo, en un estado catatónico,
por el cual supo toda la verdad, aquel mismo, aquella casa, todo cuanto poseía
y hasta el mismo tiempo, se había quedado en un estado inactivo, por el cual
nada cambiaba, por el cual todo seguía ahí, quien sabe por cuantos años, ya que
él nunca supo cómo ni cuándo murió, solo recordaba haberse sentado en su sillón
y haber descansado en un sueño profundo en el que no sentía dolor, solo paz.
Después de recorrer su casa en totalidad, volvio a rememorar
todo lo que había pasado, tanto lo viejo como lo nuevo, quiso descansar,
deseaba salir de ese trance, de ese ciclo sin fin que da el pasado, de su melancolía
eterna y de su amada soledad, bajando los últimos escalones llego a su entrada
donde bajando aquellos peldaños para llegar a su jardín, el cual no había pisado
desde ayer según él, se vio envuelto en una añoranza, no sentía tristeza, solo
un peso en su corazón no palpitante, por el simple hecho de volver a ver a su
amada, ya no pensaba en sí mismo ni en sus cosas, solo en terminar todo,
despedir a aquel ser que yacía muerto en la morgue y ser libre.
Así que dando unos últimos pasos por los últimos metros de jardín
que lo separaban de la acera, se despidió de su hogar, ese mismo que lo había acompañado
en tantas horas de soledad y aquel en el que encontró la felicidad con su
verdadero amor, y cuando dio su último paso en el pavimento de la calle, su
alma dio un suspiro, exhalo en una sola
palabra su vida “añoranza” y se vio envuelto en una oscuridad de
sosiego, en una calma imperturbable que no lo haría pensar en la lejanía de sus
horas ya pasadas, solo lo haría descansar... por toda la eternidad.
fin.
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